jueves, 21 de julio de 2011

Engordando las listas del paro

Sí, ya sé que está la cosa como para quejarse, pero hoy tengo rabia contenida corriendo por las tripas. Y tristeza. Y  ganas de llamar hijodeputacabrón a alguno.
Resulta que en estos días han echado a tres compañeros del periódico en el que trabajé 8 años, ná más y ná menos. A una de ellos se lo han comunicado por mail, ni una llamada, ni una explicación. Estás en la calle, cuando vengas de las vacaciones te pasas y firmas los papeles, adiós, adiós.
Pero parece que esto ahora se lleva mucho. Una cartita, un mail, como mucho una llamada de teléfono. Nada de un encuentro cara a cara, no sea que se la partas. Te pasas por personal a firmar el recibo, y así le montas el pollo a otro. La única vez que me han despedido, mi ‘jefe’ me citó en su despacho y salió tal cual entró. Ya sabes que no es nada personal, pero tenemos que hacer sitio a otro con el que tengo un compromiso, tú eres muy buena, cuánto lo siento, pero has sido la última en llegar y bla, bla, bla…
Dos años de paro me comí. Dos años. Veinticuatro meses, 730 días con sus noches (largas). Hacía de todo para llenar el tiempo, además de mandar una media de 10-15 currículums diarios: me convertí en una experta repostera (mis amigos me adoran), pinté la casa de arriba abajo, hice bricolaje, me saqué el CAP por si lo mío era dar clases a adolescentes hormonados (no lo es)… y, finalmente, tras una visita a mi psicólogo de cabecera, decidí cambiar el enfoque: ¿qué quiero ser de mayor? (eso ya me lo había contestado años antes, pero me quedaban unos 35 años de vida laboral… y podía reinventarme). Y me reinventé. Dejé de pensar que yo era lo que ponía en mi tarjeta de visita. Era yo, con mi mochila de experiencias, tragedias, alegrías e ilusiones. Con una familia de la que tirar para arriba. Dejé de sentir pena por mí misma. Y las cosas cambiaron.
Éste mismo consejo se lo he dado hoy a mi amiga. Y sé que suena utópico, que hoy no tiene la cabeza para estas estupideces. Pero no es momento de dejar que se meta en el pozo. Aunque el paro es una mierda, también es una oportunidad para quien tiene la cabeza bien amueblada, un seguro económico durante unos meses y ganas de trabajar. Hoy no lo verá así, probablemente mañana tampoco. Pero antes o después se sentará con su novio/marido y pondrán las cartas sobre la mesa. Y quien hoy es una estupenda profesional del periodismo será una maravillosa profesional de otra cosa. O de lo mismo. Pero con más fuerza. Y podrá mirar al hijodeputacabrón que la ha despedido con desdén, incluso dándole las gracias. A mi exjefe se las doy yo en mi cabeza todos los días.

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