martes, 16 de agosto de 2011

Accidente biológico


Más o menos, eso es mi hermanito. Un mero accidente biológico, un vínculo de sangre que no pinta nada en mi vida. Eso sí, de vez en cuando viene a alterar mi modo zen, porque realmente me saca de quicio.
Mi hermanísimo anunció a bombo y platillo en su Facebook que el pasado viernes estaría de vuelta en la ciudad para hincharse a cervezas con sus colegas. Desde entonces y hasta hace unos minutos, en esta casa no hemos sabido nada de él. Pero hace un rato ha dado señales de vida (ya se le habría pasado la resaca, con la mesa puesta en casa de papaymama y necesitaría quedar bien porque se habrá fundido el sueldo y quiere financiación). Qué cuándo podemos ir a ver a los niños. Mañana por la mañana. Que si te parece bien por la tarde, que por la mañana estoy muy cansado. Pues no, porque las tardes las tengo ocupadas. Igual no pasa nada si los niños no van a la piscina una tarde… ¡Coño! Que encima que tengo que aguantar que vengas a hacer el numerito de tío preocupado (que nunca, dicho sea de paso, ha llamado para preguntar por sus únicos sobrinos ni cuando han estado malos malísimos), ¿tengo que cambiar mis planes? ¿Para que tengas la mañana libre para dormir la mona? Pues va a ser que no.
No lo mando a paseo porque mi padre se moriría del disgusto, a pesar de que es muy consciente, años ha, de que no nos tragamos. Pero con que no nos matemos y aguantemos juntos un par de horas cada mes y medio, parece que le basta. Mi madre… mi madre es otra historia y se merece varios post para ella sola. Pero solo me faltaría hacer lo que me pide el cuerpo cada vez que el hermanito dice que quiere ver a los niños para confirmar las cosas bonitas que lleva diciendo sobre mí desde que nací.
La familia en la que naces no lo es todo ni se merece todo. Menuda estupidez. Quien dijo esto no sabía lo que se puede llegar a pasar por el innato egoísmo de un niñato alimentado por una madre que nunca quiso tener una hija. La familia es quien te quiere, te sostiene, te enjuaga las lágrimas cuando lloras y se echa a reír contigo cuando hace falta. Incluso quien te pone las pilas cuando te pones tonta. Quien pide vacaciones para ayudarte a atender a tus hijos recién nacidos, quien te llama porque se ha acordado de ti al pasar por una librería, quien sabe que odias el helado de chocolate pero te vuelven loca los bombones bien fríos.
Mis amigos son parte de MI FAMILIA: tienen la puerta de mi casa abierta de par en par y mis hijos los llaman tíos y sus hijos son sus primos, con todas las de la ley. Tengo familiares que, además, son mis amigos. No solo una línea en el árbol genealógico o un parentesco político. Pero también tengo familia a la que no me gusta tener a mi lado. Son un accidente biológico. Duele menos lo que te hacen si piensas así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario